domingo, dezembro 03, 2006

«La lectura ya no es una obligación social, es una empresa alternativa» Carlos Monsiváis - Escritor

JAVIER HERNÁNDEZ. ENVIADO ESPECIAL GUADALAJARA (MÉXICO).

Después de haber hablado, escuchado o leído lo que Jorge Herralde dice de Carlos Monsiváis (Ciudad de México, 1938), cuesta creer que este cronista excepcional de su país, escritor, crítico y ensayista sea un autor tan prolífico. Herralde lleva cinco años esperando un manuscrito de un autor que, sin embargo, tiene una bibliografía de lo más extensa en su país; una treintena de libros entre crónicas, antologías de poesía mexicana, fábulas y cuentos satíricos y perfiles de artistas, obras que le han valido varios premios nacionales. Pero en España sólo se ha publicado una obra, «Aires de Familia» (premio Anagrama de Ensayo 2005), gracias a la paciencia de Herralde (esperó más de veinte años a que le mandara un borrador), que, de todas maneras, lo califica de «fuera de serie». El reconocimiento al autor de «Los rituales del caos» (1995) ha venido este año de la mano de la Feria de Guadalajara, que le ha concedido su galardón más importante. ABC habló con él.
-¿Cómo ha transcurrido esta Feria del Libro, que mañana cierra sus puertas?
-Un éxito enorme en cuanto a influencia de jóvenes, de familia, de editores. No sé las cifras de ventas, pero se asentó como la más importante de Hispanoamérica. Los lectores están ahí, pero no en las cantidades que permitirían decir que México es un país de lectores.
-México y, en general, en todo el mundo. Lo han dicho varios premios Nobel esta semana, entre ellos la surafricana Nadine Gordimer, que está ocurriendo en su país, en Estados Unidos, Gran Bretaña, España...
-En Suráfrica, sí, pero en Estados Unidos, Inglaterra o España hay un sistema de bibliotecas públicas muy eficaz: compran los libros que van saliendo y los lectores con el sistema de préstamos, ahora muy agilizado por la red, tienen grandes posibilidades aún en un momento de culto a la imagen. En México la red de bibliotecas públicas es mínima y son centros para que los estudiantes hagan sus deberes. No tienen vocación de servicio al lector. La Universidad de Harvard (donde fue profesor), tiene más libros que todas las bibliotecas de México juntas.
-¿Qué papel juega la lectura hoy en día? ¿Ve el final del libro?
-No, y esto se prueba con la Feria. No veo ningún «Fahrenheit 451» en el porvenir, sí veo la idea de la lectura como una actividad minoritaria, prescindible en la mayoría de los casos y fuera de las metas familiares. Las familias no tienen la lectura como un propósito de integración interna. Tampoco es ya una causa social, que pudo haberlo sido hace un siglo, ni desde luego una obligación personal. Entró ya en el terreno de las opciones. La lectura es ya una empresa alternativa.
-¿Cómo ve la influencia de las múltiples ofertas de ocio en los libros?
-Las ofertas de ocio no tienen por qué influir. Cuando no las había, tampoco se leía en proporciones muy significativas, lo que pasa es que sí había la necesidad de mantener un mínimo de lecturas como forma de convivencia. Se leía lo que la moda o la necesidad ideológica o religiosa dictaba y eso ya creaba la impresión de la lectura como obligación social. Ahora lo que queda como obligación social pura es fragmentario, episódico y sujeto al azar, que es navegar por internet. Ahí sí se está leyendo mucho, pero ya es un nuevo tipo de lectura; ya no es la relación de una persona con un objeto, sino de una persona con su necesidad informativa, que va cruzándose con otras y que va creando en cada persona una red de intereses enorme o mínima. Se sigue leyendo en ese sentido, siguen descifrándose signos en esa página, pero lo que se ha perdido, insisto, irreparablemente, es la obligación social de la lectura.
-Puede que vayamos hacia una cultura de la violencia en la sociedad porque la gente no se preocupa por su formación cultural.
-Recuerdo un libro de Hanna Arendt, «Jerusalén o la banalidad del mal». En él esta autora alemana dice que los alemanes que había en los campos de concentración eran con frecuencia gente instruida, que gozaba de la música clásica. Eso no les impedía hacer atrocidades. Arendt concluye diciendo que, aunque la lectura es un proceso civilizatorio en el orden personal, tampoco es una garantía y que, en ese sentido, no hay que sacralizar tanto el proceso de leer. Todo depende, en primera instancia, de los estímulos que proporcionen los maestros, que en educación pública o privada en México siguen estando muy mal pagados. Incluso se ha dado el fenómeno de que los maestros no recomiendan libros porque ellos no leen.
-Eso es un grave problema.
-Se lee lo suficiente para mantener una industria editorial, pero no lo suficiente como para garantizar la presión para que existan bibliotecas públicas. El mejor ejemplo es que se inauguró hace unos meses una gran biblioteca en Ciudad de México, con costes millonarios y unos fondos de 250.000 ejemplares. Es el lugar donde van los estudiantes a hacer tareas escolares y nada más.
-Ha habido cierta percepción en la Feria de que hay una generación que parece despedirse. La editora Inge Feltrinelli dice que la literatura hispanoamericana tiene que volver a coger brío.
-Sí, es muy probable que haya una generación que esté en el inicio de una gira de despedida. Pero también se ve un nuevo referente generacional de excelente nivel que de momento no tiene reconocimiento. Está Santiago Roncagliolo. en Argentina; Alberto Fuguet, en Chile; en México, Juan Villoro, Jorge Volpi, Pedro Ángel Palou... Autores de excelente nivel que en otro momento habrían tenido una aceptación distinta, pero vienen envueltos ya en el fragor del mercado y eso es un ruido que contiende con el entusiasmo que levanten sus lecturas. De los 200 autores de esta edición de la FIL, ¿cuáles son los que tienen que ver con la literatura como tal y cúales con el deseo de aprovechar las luces que ahora caen sobre el mercado literario? García Márquez, Carlos Fuentes o Saramago surgen antes del mercado, pero su literatura no se consideró nunca como producto de ese mercado, que a veces tiende a sobrevalorar el libro como producto.
-Juan Rulfo también pertenece a ese grupo. ¿Qué piensa de lo que ha pasado en los últimos meses entre la viuda y los hijos de Rulfo y lo que pasó con Tomás Segovia el pasado año?
-Cuyo premio (antes Juan Rulfo y ahora FIL) me fue negado. Tomás hizo unas declaraciones que se leyeron mal. No tengo la cita textual, pero dijo algo así como que era un milagro que hubiera surgido Juan Rulfo. La familia entendió que Tomás dijo que Rulfo era una personalidad nula que, de pronto, fue iluminada por el espíritu para hacer esos grandes libros como «Pedro Páramo». Si la familia está en contra hay que respetar ese derecho. El proceso legal todavía continúa en los tribunales.
AP
Monsiváis, esta semana en Guadalajara junto a su bronce como ganador del Juan Rulfo
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